Sin miedo a preguntar. Una experiencia en el aula de Religión en Educación Primaria

Without fear of asking. An experience of teaching religion in primary school

Ne pas avoir peur de demander. Une expérience en classe de religion dans l’enseignement primaire.

Jorge Burgueño López[1]

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Resumen : En un contexto marcado por la pluralidad cultural, la secularización y el avance de la inteligencia artificial, la enseñanza de la religión en educación primaria se enfrenta al desafío de fomentar el pensamiento crítico y el diálogo teológico abierto. Este artículo explora cómo el uso de una metodología basada en la mayéutica socrática puede transformar las aulas de religión en espacios de aprendizaje significativo, donde la curiosidad infantil fomenta la reflexión sobre cuestiones trascendentes. A través de una experiencia educativa en un centro de Madrid, se destaca la importancia de responder con honestidad a las inquietudes de los estudiantes y fomentar un ambiente inclusivo que valore sus preguntas. Este método no solo permite abordar temas espirituales desde una perspectiva respetuosa y crítica, sino que también permite el desarrollo integral de los alumnos al conectar los contenidos teológicos con sus experiencias y emociones personales. En última instancia, el texto defiende la flexibilidad pedagógica como herramienta clave para enriquecer la relación profesor-alumno y fomentar una educación auténtica y humanizadora.

Palabras clave : Aprendizaje basado en preguntas, mayéutica socrática, enseñanza religiosa, curiosidad infantil, aula de Religión

Abstract : In a context marked by cultural plurality, secularization and the advance of artificial intelligence, the teaching of religion in primary education faces the challenge of fostering critical thinking and open theological dialogue. This article explores how the use of a methodology based on Socratic maieutics can transform religion classrooms into meaningful learning spaces, where children’s curiosity fosters reflection on transcendent issues. Through an educational experience in a center in Madrid, the importance of responding honestly to students’ concerns and fostering an inclusive environment that values their questions is highlighted. This method not only allows spiritual topics to be approached from a respectful and critical perspective, but also allows for the integral development of students by connecting theological content with their personal experiences and emotions. Ultimately, the text advocates pedagogical flexibility as a key tool for enriching the teacher-student relationship and fostering an authentic and humanizing education.

Key Words : Question-based learning, Socratic maieutics, religious teaching, children’s curiosity, Religion classroom.

Résumé : Dans un contexte marqué par la pluralité culturelle, la sécularisation et les progrès de l’intelligence artificielle, l’enseignement de la religion dans l’enseignement primaire est confronté au défi de favoriser la pensée critique et le dialogue théologique ouvert. Cet article explore comment l’utilisation d’une méthodologie basée sur la maïeutique socratique peut transformer les salles de classe de religion en espaces d’apprentissage significatif, où la curiosité des enfants favorise la réflexion sur des questions transcendantes. Une expérience éducative menée dans une école de Madrid met en évidence l’importance de répondre honnêtement aux préoccupations des élèves et de favoriser un environnement inclusif qui valorise leurs questions. Cette méthode permet non seulement d’aborder les sujets spirituels dans une perspective respectueuse et critique, mais aussi de favoriser le développement holistique des élèves en reliant le contenu théologique à leurs expériences et émotions personnelles. En fin de compte, le texte préconise la flexibilité pédagogique comme outil clé pour enrichir la relation enseignant-étudiant et favoriser une éducation authentique et humanisante.

Mots clés : Apprentissage par questions, maïeutique socratique, enseignement religieux, curiosité des enfants, cours de religion

1. Introducción

En el contexto actual definido por la pluralidad cultural, el avance del globalismo y la creciente secularización, abordar la teología y hablar de Dios en un entorno educativo supone un gran desafío y al mismo tiempo, una enorme oportunidad. La religión, que históricamente ha sido un pilar del pensamiento humano y de la búsqueda de significado, se enfrenta hoy al reto de responder a las inquietudes de una sociedad que, en ocasiones, evita o minimiza el diálogo sobre la trascendencia. La simbología de todo lo relacionado con lo sagrado, según el teólogo ortodoxo Paul Evdokimov, es cada vez más extraña para estas generaciones[2]. Sin embargo, lejos de ser irrelevantes, estas discusiones son esenciales, ya que tocan los cimientos mismos de la identidad humana como son la ética y la espiritualidad. En una sociedad cada vez más líquida, tal y como la definió Bauman[3] y con el inexorable y tremendamente rápido avance de las tecnologías y, concretamente, de la Inteligencia Artificial, se abre un intenso e interesante debate sobre lo que implica el transhumanismo, y se hace esencial recuperar los elementos que pura y exclusivamente humanos.

Por ello, es importante reflexionar sobre la importancia de adoptar un enfoque sin filtros, directo y honesto para tratar temas teológicos en las aulas, especialmente en una sociedad pluralista y secularizada. El docente es responsable de generar ambientes educativos que favorezcan el cuestionamiento crítico siguiendo una adaptación del método socrático[4] para aprovechar la curiosidad natural de los niños y facilitar así un aprendizaje significativo, especialmente en las aulas de Religión, donde las preguntas de los alumnos deben ser bienvenidas y valoradas como la base para generar debates profundos y significativos.

La necesidad de un diálogo teológico abierto

En este contexto, la religión no puede aferrarse a respuestas simplistas o a una falta de reflexión crítica de sus propias creencias, en las que se ignoren la complejidad de las diversas creencias y tradiciones. El diálogo teológico debe adoptar un enfoque abierto y sincero que permita a los niños y jóvenes explorar las grandes preguntas sobre Dios y el sentido de la vida sin temor a ser juzgados o ridiculizados. A pesar de que la secularización ha reducido el protagonismo institucional de la religión, no ha eliminado la búsqueda humana de significado trascendente. Más bien ha trasladado estas inquietudes a nuevos espacios de debate, donde las preguntas fundamentales sobre la existencia, la moral y el propósito siguen vigentes. Frente a esta realidad, los educadores tienen la responsabilidad de aceptar estas conversaciones y fomentarlas, proporcionando herramientas para que los estudiantes analicen críticamente las respuestas religiosas en un marco respetuoso y plural. Hablar de Dios sin filtros significa reconocer que las inquietudes teológicas no son meras abstracciones, sino cuestiones profundamente humanas que merecen ser tratadas con seriedad y empatía. La honestidad en estas discusiones no implica imponer creencias, sino mostrar que las respuestas pueden ser tan diversas como las personas que las buscan, abordando temas complejos con rigor y respeto.

El aula como espacio para el pensamiento crítico

La escuela no solo es un lugar para adquirir conocimientos técnicos o prácticos, sino también para formar ciudadanos reflexivos y éticamente conscientes. En este sentido, el método socrático, basado en la formulación de preguntas y el diálogo, se presenta como una herramienta muy valiosa para fomentar el pensamiento crítico en los estudiantes. Este enfoque, que invita a cuestionar, analizar y debatir, permite que los niños sean protagonistas de su aprendizaje en lugar de meros receptores de información.

En las clases de Religión, el método socrático adquiere un valor especial, ya que aborda preguntas existenciales que no tienen respuestas definitivas. Al permitir que los estudiantes exploren sus propias ideas y confronten diferentes perspectivas, el aula se transforma en un laboratorio de pensamiento crítico y descubrimiento personal. Este enfoque no solo enriquece su comprensión de la religión, sino que también les dota de habilidades para analizar otros aspectos de la vida con la misma profundidad. No en vano, Juan Pablo II ya indicaba en la Fides et ratio que «la capacidad misma de buscar la verdad y de plantear preguntas implica ya una primera respuesta» (FR 29). Para fomentar un ambiente donde las preguntas sean bienvenidas, es necesario un cambio de paradigma con respecto al papel del docente. En lugar de ser la única fuente de respuestas, el profesor se convierte en un facilitador del diálogo, alguien que guía a los estudiantes en su proceso de indagación y les ayuda a encontrar significado en sus propias reflexiones. Este enfoque es especialmente crucial en la educación religiosa, donde el aprendizaje significativo depende de la capacidad de los alumnos para conectar los contenidos teóricos con sus experiencias personales.

La curiosidad infantil como motor del aprendizaje

La curiosidad es un potente motor para el aprendizaje y, en los niños, esta cualidad se manifiesta de forma innata y de manera especialmente intensa. Su capacidad para maravillarse ante lo desconocido y su apertura a lo trascendente es, como indica García Inda, la chispa que pone en marcha el motor del aprendizaje y, al mismo tiempo, el propio aprendizaje es fuente de asombro y admiración[5]. Desde edades tempranas, los niños muestran una predisposición natural para hacer preguntas profundas sobre la vida, la muerte, la moralidad y la existencia de Dios. Estas inquietudes, lejos de ser insignificantes, revelan una sensibilidad única hacia lo espiritual que merece ser cultivada y respetada. Además, Miller señala que durante las primeras etapas del desarrollo existe una notable flexibilidad cognitiva y una plasticidad cerebral que favorecen una especial apertura a la trascendencia[6]. Esto significa que los niños no solo tienen una predisposición natural hacia el asombro, sino que sus cerebros están estructuralmente preparados para procesar y explorar conceptos abstractos y trascendentes, haciendo que la etapa infantil sea un momento privilegiado para fomentar estas reflexiones desde el ámbito educativo.

El rol del educador, por tanto, debe ser el de guía, acompañante e instigador de preguntas, capaz de crear espacios de confianza en el aula para que sus estudiantes se sientan seguros para expresar cualquier duda y debatir sobre aspectos profundos con absoluta libertad y respeto. Esto implica, no solamente evitar el juicio, sino también validar las inquietudes de los niños como un punto de partida legítimo para el aprendizaje. De esta manera, el docente no solamente se limita a contestar preguntas, sino que tiene que fomentar el diálogo colectivo donde las ideas puedan compartirse, cuestionarse y enriquecerse a través de la interacción. Además, concretamente en la clase de Religión, más que en cualquier otra área, es imprescindible explorar temas trascendentes y, por tanto, aprovechar el potencial que tiene la curiosidad infantil y, como señala Juan-Santos, un interés que se mantiene en la etapa juvenil[7]. Esto les hace tener una visión más amplia de la vida, de sus propósitos vitales y de cuestionarse por el sentido de la vida.

2. Pequeños Teólogos[8]

Así, se plantea el uso una metodología basada en la mayéutica socrática, descrita por su discípulo Platón en el Diálogo Teeto, como método principal para confrontar ideas, debatir aspectos trascendentes y generar conversaciones abiertas en el aula de Religión en la etapa de Educación Primaria en un centro educativo de la ciudad de Madrid. Sin embargo, hay que señalar que se trata de una adaptación singular de dicho método, dado que lo que se fomenta en este caso no es la adquisición del conocimiento a través de cuestiones formuladas por el educador, sino que dicho conocimiento se genera en el debate y el diálogo provocado por las preguntas que realizan los propios alumnos. La idea principal era respetar la esencia de la interacción entre maestro y alumno como base para asentar ideas y confrontar opiniones que ayuden a cimentar el conocimiento, tal y como lo describe Sócrates en el mencionado diálogo Teeto:

Pero he aquí por qué obro de esta manera. El dios me impone el deber de ayudar a los demás a parir, y al mismo tiempo no permite que yo mismo produzca nada. Esta es la causa de que no esté versado en la sabiduría y de que no pueda alabarme de ningún descubrimiento, que sea como un hijo generado por mi alma. En compensación, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan, y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el dios quiere fecundarlos.  Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el dios a hacerles concebir[9] (p.171).

Para tratar de fomentar este aprendizaje mutuo explicado por Platón en boca de su maestro, se proporcionaban espacios específicos en las clases para que los alumnos pudieran preguntar abiertamente sobre la lección que se trataba ese día en clase. Sin embargo, lo más curioso era que las preguntas y respuestas de un tema específico llevaban a otros asuntos interesantes que poco tenían que ver con la cuestión inicial. Unas preguntas que surgían de Hecho religioso, por ejemplo: «¿No sería más lógico que estuviéramos todas las religiones juntas? Hay gente que quiere que nos separemos cada uno por nuestro lado, ¿no?» conducían a un diálogo y a un coloquio sobre Historia de las religiones: «¿Por qué los romanos mataban a los cristianos y ahora vivimos en paz?» o sobre Cristología: «Si Jesús era judío, ¿por qué nosotros no somos judíos?», o incluso sobre Escatología: «¿Hay otro cielo después del cielo? ».

El aula se transformaba en un espacio donde las preguntas de los niños trascendían el simple interés por los contenidos del programa. En su búsqueda de sentido, lograban entrelazar conceptos de la lección con temas más profundos, lo que daba lugar a debates inesperados sobre el origen de la vida, la naturaleza de Dios o el propósito del ser humano. Sus inquietudes, cargadas de curiosidad y autenticidad, demostraban una capacidad singular para conectar lo concreto con lo trascendente, lo cotidiano con lo eterno. Estas conversaciones no solo enriquecían el aprendizaje, sino que demostraban que la infancia posee una perspectiva única para abordar temas que, en otros contextos, podrían parecer exclusivos de la reflexión académica o filosófica.

Dada su capacidad para establecer estas conexiones y explorar cuestiones que muchos adultos evitarían o no se atreverían a plantear, estos estudiantes asumían, quizás sin darse cuenta, un papel fundamental en el desarrollo de la reflexión teológica en el aula. Como «pequeños teólogos», sus preguntas desafiaban al docente y a sus compañeros a profundizar en el diálogo y a replantearse conceptos fundamentales desde nuevas perspectivas. Así, el aula no solo se convertía en un espacio de aprendizaje, sino también en un laboratorio de ideas, donde las voces más jóvenes contribuían a dar forma a una comprensión más rica y diversa del hecho religioso.

La importancia de divagar

Una de las claves para abordar las cuestiones tan curiosas y la mayoría de la veces, profundas, planteadas por los alumnos es siempre abordar las temáticas planteadas desde el respeto al interés mostrado por parte de los estudiantes hacia esa cuestión concreta. Uno de los desafíos más frecuentes que enfrentamos los docentes en nuestra labor educativa es la constante presión por cumplir con los objetivos establecidos por una legislación rígida. Esta normativa, además, cambia con cada nuevo gobierno, de forma similar a como un camaleón modifica el color de su piel según el entorno, evidenciando una dinámica de transformaciones continuas que obliga a los educadores a adaptarse constantemente. Esta circunstancia hace que los educadores tiendan a ceñirse al temario establecido para el curso y apenas tengan tiempo para ‘perderse’ en otros asuntos que, aunque pertenecen al área de conocimiento de la asignatura, no se encuentran entre los contenidos del curso.

Este enfoque centrado exclusivamente en el cumplimiento del temario limita la posibilidad de atender a las inquietudes y curiosidades genuinas de los estudiantes. Sin embargo, escuchar y valorar las preguntas e intereses del alumnado no es una pérdida de tiempo, sino una herramienta poderosa para fomentar su motivación intrínseca. Como señalan diversos estudios sobre aprendizaje, la motivación es un factor clave en la adquisición de conocimientos, ya que despierta en los alumnos el deseo de explorar, descubrir y profundizar. Las inquietudes personales son el punto de partida ideal para construir un aprendizaje significativo que conecte los contenidos académicos con la realidad vivida por los estudiantes.

Lejos de ser una práctica contraria a los objetivos educativos, permitir espacios de «divagación» en el aula enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje. Esta divagación no implica desviarse de los objetivos de la asignatura, sino aprovechar las preguntas y preocupaciones espontáneas de los estudiantes como una forma de acceder a un aprendizaje más profundo. Es en esos momentos de exploración donde los estudiantes pueden conectar los temas tratados en clase con sus intereses personales, descubrir nuevas perspectivas o áreas que podrían querer explorar en el futuro. En este sentido, la divagación es una herramienta pedagógica que fomenta la curiosidad y la creatividad, cualidades esenciales para el desarrollo intelectual.

Además, este planteamiento tiene un impacto significativo en la relación entre docentes y estudiantes, aspecto crucial  para el proceso de aprendizaje para autores como Morales[10](al cual dedicó gran parte de su trabajo). Se escucha activamente a los alumnos y se da valor a sus inquietudes, lo cual les hace sentirse respetados y comprendidos y fortalece el vínculo educativo. Un aula donde se aceptan las preguntas y se generan debates sobre ellas se convierte en un espacio de confianza y colaboración, donde los estudiantes participan activamente y se sienten comprometidos con su propio aprendizaje. La creación de una relación sólida entre docente y estudiante no solo facilita el aprendizaje, sino que también fomenta el desarrollo integral del alumnado. Según Burgueño-López[11], el papel del docente trasciende el de mero transmisor de conocimientos para convertirse en un facilitador y guía que acompaña al estudiante en su proceso de construcción personal y académica. Este vínculo fomenta un clima de confianza mutua en el que el alumno se siente seguro para expresar sus inquietudes, cometer errores y asumir riesgos intelectuales. Además, la conexión emocional y el interés genuino por las necesidades del estudiante aumentan su motivación intrínseca, lo que es esencial para un aprendizaje significativo y duradero. En este sentido, la pedagogía basada en la interacción personal refuerza la idea de que el aprendizaje es un proceso relacional y no algo solitario. Cuando el docente valora las emociones y los puntos de vista de sus estudiantes, genera un sentido de pertenencia y comunidad en el aula, lo que contribuye al bienestar emocional de los alumnos y fortalece su autoestima. El fortalecimiento de este vínculo permite al estudiante sentirse valorado no solo por sus logros académicos, sino también como persona, lo que en última instancia enriquece su experiencia educativa. Crear un espacio donde los alumnos perciban que su opinión importa es fundamental para formar a individuos críticos, reflexivos y comprometidos con su propio aprendizaje y con su entorno social.

Ni siquiera el maestro lo sabe todo

A pesar de que L’Ecuyer afirma que no hay que contestar todas las preguntas de los niños[12] para reforzar el valor intrínseco de la pregunta y para que el menor tenga la oportunidad de seguir imaginando y hacer el esfuerzo de pensar los cientos de respuestas que pueda tener dicha pregunta, se considera que, en este contexto, es necesario estar abierto a contestar a cualquier cuestión formulada, incluso aunque la respuesta pueda ser un «no lo sé». Es más, que el docente sea capaz de reconocer que no lo sabe todo no solo es una muestra de honestidad, sino también un acto pedagógico con un gran significado. Al responder «no lo sé» a una pregunta compleja, transmite a sus alumnos un importante mensaje: que el aprendizaje es un proceso continuo y que incluso los adultos tienen la oportunidad de seguir descubriendo y explorando. Esta actitud no solo refuerza su autenticidad como educador, sino que también humaniza la relación con los estudiantes, mostrándoles que equivocarse o desconocer algo no es una debilidad, sino parte del camino hacia el conocimiento. Al ver que incluso sus profesores pueden errar o desconocer algo, los estudiantes sienten la libertad de hacer preguntas sin temor a ser juzgados. Esto es especialmente relevante en un entorno educativo donde el miedo a equivocarse puede ser un importante impedimento para el proceso de aprendizaje. En este contexto, la vulnerabilidad del docente se convierte en una herramienta pedagógica que fomenta la confianza, el diálogo y el crecimiento personal.

La humildad, como señala Freire: «nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo»[13] (p. 75), por lo que en el proceso de aprendizaje nunca debe implicar resignación, sino apertura. Al admitir limitaciones, el educador crea un espacio para el aprendizaje colaborativo, donde docentes y alumnos pueden investigar juntos y aprovechar las herramientas de las que se dispongan, hoy en día la mayoría digitales. En este sentido, la tecnología actual, incluida la inteligencia artificial, ofrece un sinfín de posibilidades para profundizar en las preguntas que surgen en el aula. Es posible proponer a los estudiantes la búsqueda de respuestas de manera conjunta para fomentar el pensamiento crítico, y, de esta manera, desarrollar habilidades importantes para el siglo XXI, como la capacidad de seleccionar y evaluar información de manera rigurosa.

En este sentido, se considera esencial abordar todas las preguntas que vayan surgiendo y tratar de trabajar en las respuestas más adecuadas. El maestro, aún siendo un sabio al que se debe acudir para encontrar y construir el conocimiento que aún no se tiene, puede desconocer aspectos o detalles concretos en los que los alumnos pretenden incidir. Pero ello no debe ser óbice en ningún caso para ignorar la cuestión planteada, por ejemplo:

«¿Tuvo la Virgen hijos? ¿Cuántos tuvo?». Uno seguro: Jesús. ¿Además de Jesús? No se sabe. Tradicionalmente, siempre se ha dicho que Jesús era hijo único, y lo que es verdaderamente importante es que María es la Madre de Dios. Si tuvo después más hijos o no, es lo de menos; pero la Tradición ha mantenido que María solo tuvo a Jesús; y después nos adoptó a todos nosotros[14] (p.58).

El docente ocupa un lugar central como guía en el proceso de aprendizaje, especialmente cuando los estudiantes formulan preguntas trascendentales, o relacionadas con el ámbito espiritual o teológico. Debe ser una figura a la que los alumnos acudan en busca de respuestas que conecten el conocimiento académico con las grandes cuestiones de la vida, para dar sentido a sus inquietudes más profundas. Sin embargo, el hecho de que el maestro no posea todas las respuestas no disminuye su autoridad, sino que enriquece su papel, ya que es un recordatorio de que ser sabio no significa saberlo todo, sino que, como señala Séneca[15]: «muchos habrían podido llegar a la sabiduría si no estuvieran convencidos de que ya la habían conseguido» (p.117), es decir, que es fundamental reconocer las propias limitaciones y aprovechar dichas oportunidades para generar un aprendizaje compartido.

Además, como se señalaba previamente, el docente cuenta hoy en día con una amplia gama de herramientas digitales con la capacidad de transformar el aula en un espacio dinámico de investigación. Plataformas en línea, bibliotecas digitales, aplicaciones interactivas y recursos basados en inteligencia artificial son aliados poderosos para profundizar en los temas que surgen de las inquietudes de los estudiantes. El uso de estas herramientas no solo permite explorar respuestas, sino que también fomenta la autonomía y la curiosidad de los alumnos, que pueden recibir orientación para buscar, evaluar y debatir la información encontrada.

3. Conclusiones

A pesar de que gran parte de la profesión del educador implica tener programadas previamente todas las actividades y contenidos y que es necesario trabajar conceptos concretos en cada uno de los cursos para ir construyendo aprendizajes de forma progresiva, uno de los aspectos más bonitos y complejos de la tarea docente es la capacidad de enfrentarse a la incertidumbre. En este texto se ha intentado transmitir la idea de que para fortalecer esa relación con los alumnos, para favorecer un espacio de creación del conocimiento y promover la libertad de expresión de los estudiantes es fundamental no ser rígido en los planteamientos y, en palabras de Epicteto[16]: «no quieras que las cosas que suceden sucedan según tu voluntad y gusto» (p.19), sino que como maestros debemos desarrollar la flexibilidad y la capacidad de adaptación a lo que, en ocasiones, los alumnos demandan.

En la asignatura de Religión, esta aptitud se revela como una competencia esencial para crear un entorno de aprendizaje auténtico y enriquecedor. Dada la profundidad de los temas espirituales y teológicos es crucial permitir que los estudiantes no solo aprendan los contenidos previstos en las programaciones, sino que también puedan explorar de forma espontánea sus propias inquietudes y reflexiones. Estas preguntas, a menudo impregnadas de una búsqueda de significado personal, abren la puerta a debates que van más allá del conocimiento conceptual y que también alimentan el desarrollo integral del estudiante al conectar con sus experiencias, valores y emociones. Por tanto, la disposición del docente para apartarse momentáneamente de la estructura rígida del currículo permite abordar temáticas que pueden tener un impacto significativo y duradero en el proceso formativo del alumnado.

Cuando los estudiantes tienen la oportunidad de formular preguntas sobre temas trascendentes que les interesan el aula se transforma en un espacio de aprendizaje dinámico y significativo. La escucha activa de estas inquietudes y las respuestas facilitadas por el educador fomentan el desarrollo del pensamiento crítico y hacen que los contenidos teológicos cobren relevancia personal en la vida de los alumnos. Esta flexibilidad, lejos de ser un obstáculo para el avance académico, se convierte en una oportunidad para que el aprendizaje sea profundamente humano y conecte con las cuestiones que más importan a los estudiantes. En última instancia, esta práctica refuerza la confianza mutua en la relación educativa y valida el aula como un lugar donde se cultiva tanto el conocimiento como la humanidad en su totalidad.

Bibliographie

Bauman, Z. (2022). Modernidad líquida. Fondo de cultura económica.

Burgueño-López, J. (2019). La relación profesor-alumno en la metodología Flipped Classroom. Revista Miscelánea Comillas, 77(150), 93-113. https://revistas.comillas.edu/index.php/miscelaneacomillas/article/view/11714

Burgueño-López, J. (2023). Pequeños Teólogos. Preguntas en clase de Religión. PPC

Epicteto (2023). Manual de vida. Taurus

Evdokimov, P. (2002). Las edades de la vida espiritual. Ediciones Sígueme.

Freire, P. (2010). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI Editores

García Inda, A. (2018). Educar para el asombro. Mensajero

Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio sobre las relaciones entre fe y razón (14 de septiembre, 1998), n.29

Juan-Santos, J.F. (2018). Pregunta sin miedo sobre Dios. PPC

L’Ecuyer, C. (2012). Educar en el asombro. Plataforma Editorial

Miller, L. (2016). The Spiritual Child: The New Science on Parenting for Health and Lifelong Thriving. Picador.

Morales, P. (1998). La relación profesor-alumno en el aula. PPC

Platón (1871). Teeto. Obras completas. Edición de Patricio de Azcárate.

Séneca (2022). Tratados morales. Austral

Vargas González, C. A., & Quintero Carvajal, D. P. (2023). Aportes de la mayéutica socrática a la educación dialógica. Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, (35), 73-96. https://doi.org/10.17163/soph.n35.2023.02

 

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Pour citer cet article :
Référence électronique : Jorge Burgueño López, « Sin miedo a preguntar. Una experiencia en el aula de Religión en Educación Primaria », Educatio [En ligne], 15| 2025. URL : https://revue-educatio.eu

Droits d’auteurs:
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[1] Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (España)

[2] Evdokimov, P. (2002). Las edades de la vida espiritual. Ediciones Sígueme.

[3] Bauman, Z. (2022). Modernidad líquida. Fondo de cultura económica.

[4] Vargas González, C. A., & Quintero Carvajal, D. P. (2023). Aportes de la mayéutica socrática a la educación dialógica. Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, (35), 73-96. https://doi.org/10.17163/soph.n35.2023.02

*Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (España)

[5] García Inda, A. (2018). Educar para el asombro. Mensajero

  [6] Miller, L. (2016). The Spiritual Child: The New Science on Parenting for Health and Lifelong Thriving. Picador.

[7] Juan-Santos, J.F. (2018). Pregunta sin miedo sobre Dios. PPC

[8] Título del libro donde aparecen recopiladas y ordenadas todas las preguntas que los alumnos de Educación Primaria me hacían en clase de Religión: Burgueño-López, J. (2023). Pequeños Teólogos. Preguntas en clase de Religión. PPC. Todas las preguntas y respuestas que se recogen en este artículo están sacadas de esta obra.

[9] Platón (1871). Teeto. Obras completas. Edición de Patricio de Azcárate.

[10] Morales, P. (1998). La relación profesor-alumno en el aula. PPC

[11] Burgueño-López, J. (2019). La relación profesor-alumno en la metodología Flipped Classroom. Revista Miscelánea Comillas, 77(150), 93-113. https://revistas.comillas.edu/index.php/miscelaneacomillas/article/view/11714

[12] L’Ecuyer, C. (2012). Educar en el asombro. Plataforma Editorial.

  [13] Freire, P. (2010). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI Editores

[14] Burgueño-López, J. (2023). Pequeños Teólogos. PPC

[15] Séneca (2022). Tratados morales. Austral

[16] Epicteto (2023). Manual de vida. Taurus